sábado, 14 de febrero de 2009

BOLONIA COMO DETONANTE

Desde sus comienzos la Unión Europea situó entre sus objetivos la libre circulación de los profesionales, incluidos los universitarios, en todo el territorio de la Unión lo que contrastaba con el hecho de que mientras ciertas formaciones profesionales son mas o menos similares en todos los países de la Unión, así la medicina, otras en cambio son extremadamente diversas, y así la formación de los ingenieros requiere muchos años en Francia o en España mientras es muy corta y muy especializada en Alemania. Los acuerdos de Bolonia representaron un primer intento, de orden muy general en esta dirección de la convertibilidad. Se establecen tres niveles de titulación: grado, master y doctorado y se establece el número mínimo de créditos necesarios para superar cada nivel lo que facilita tanto el que los estudiantes puedan pasar de una Universidad a otra como la convalidación de los títulos una vez acabada la carrera mientras deja a los Estados miembros y a las Universidades el establecer los contenidos y la duración de cada título en concreto. Todo lo cual, hasta aquí, es perfectamente razonable y no se comprende porque puede provocar un rechazo apasionado. Pero también es cierto que las decisiones de Bolonia vienen envueltas en una literatura que, explicita o implícitamente, apela a la modernización de la Universidad y a la necesidad de adaptarla a los nuevos tiempos. Y ahí es donde se levantan las suspicacias.
La Universidad tal como la conocemos es una creación europea, del siglo XII concretamente, que tuvo una época de esplendor y una larga decadencia en la edad moderna hasta su renacimiento en el siglo XIX. Las características de esta Universidad moderna, llamada a veces Universidad Humboldt por el nombre del primer rector de la Universidad de Berlín, pueden resumirse así. Para ingresar en la Universidad hay que cursar una enseñanza previa que en España se llamaba bachillerato y duraba seis años y que se iniciaba a los 12 años una vez terminada la enseñaba primaria común a toda la población. Esta Universidad consta de cinco facultades: Filosofía, Derecho, Ciencias, Medicina y Farmacia. a las que en algunos países se añade la Teología. Los profesores se supone que son al mismo tiempo docentes e investigadores. De hecho la mayoría de los grandes pensadores y grandes científicos del siglo XIX y comienzos del XX han sido profesores universitarios. Pero el primer objetivo de esta enseñanza universitaria era ofrecer una formación general en un campo amplio. La formación del médico es un buen ejemplo en este sentido pero también la carrera de derecho se suponía que formaba una mentalidad jurídica que no solo servia para ejercer la abogacía sino para ejercer cualquier cargo de administración o de dirección en un organismo público o en una empresa privada.
Digamos que esta Universidad pretendía formar una elite social culturalmente preparada. El superar el bachillerato representaba una selección intelectual pero también una selección económica, pues solo a partir de cierto nivel económico de la familia era posible dejar de empezar a trabajar a los 12 años y esperar un mínimo de diez o doce años para empezar a tener ingresos propios.
La Universidad actual es muy distinta de la que acabo de describir y que conocí en mi juventud y en la que me sentí muy a gusto. Pero no trato ahora de hacer un ejercicio de nostalgia, la Universidad actual tiene otros objetivos y dispone de otros medios y en algunos aspectos es muy superior a la antigua. Si comparo los medios de que disponían en mis años de estudiante la Facultad de Ciencias o la Escuela de Arquitectura con los que tienen ahora el progreso es evidente. Pero la Universidad de nuestro tiempo provoca a su vez críticas y despierta recelos que es necesario tener en cuenta.
A lo largo de un siglo las sociedades se han transformado profundamente como consecuencia del progreso técnico y éste a su vez ha sido resultado del progreso de los conocimientos científicos y por tanto de la investigación. En la actividad universitaria la investigación ha pasado al primer plano de modo que al evaluar a un profesor hoy se evalúan en primer lugar sus resultados en la investigación por unos criterios supuestamente objetivos pero que en realidad condicionan ciertos ámbitos de conocimiento y ciertos tipos de conocimiento. Y no solo se evalúan los profesores sino que se evalúan las Universidades y se tiende a establecer un ranking de Universidades. Ahora bien la investigación es cara y más todavía cuando requiere atraer a investigadores utilizando estímulos económicos. Dado que los recursos que el Estado pone a disposición de las Universidades son limitados es inevitable acudir a esponsores que complementen la financiación de la investigación en determinadas áreas.
Añadamos a lo dicho que la investigación universitaria no se limita a la investigación básica o fundamental sino que con mucha frecuencia se trata de investigación aplicada, por ejemplo sobre los efectos de un medicamento o sobre la técnica para producir un producto determinado, en estos caso no solo habrá esponsores externos interesados en invertir dinero en la investigación sino que es la propia Universidad la que puede explotar económicamente los resultados de la investigación desarrollada en su seno, por ejemplo vendiendo patentes de lo investigado. Y por investigación aplicada no hay que entender solo la que depende de las ciencias de la naturaleza, cuando un departamento de sociología aspira a conseguir una ayuda económica de un organismo internacional para estudiar una situación determinada las implicaciones económicas son similares.. También aquí se produce un ingreso económico que la Universidad deberá gestionar y distribuir de alguna manera.
Una de las consecuencias de esta pluralidad de financiaciones es que mientras las retribuciones del profesorado universitario y del propio rector se rigen por los parámetros de la función pública en las Universidades son cada vez mas frecuentes gestores económicos cuya retribución se fija con los baremos, mucho mas amplios, de la empresa privada lo que contribuye a complicar el panorama.
El desarrollo de la Universidad actual no solo esta condicionado cada vez más por las implicaciones económicas de la investigación sino que la propia docencia tiene también implicaciones económicas. Las formaciones generales se substituyen por formaciones cada vez mas especializadas pero la oferta de formaciones pasa entonces a regirse por el juego de la oferta y la demanda y por tanto del mercado. Es posible que un master sobre "el derecho romano en la decadencia del imperio" deje de ofertarse por falta de alumnos interesados en seguirlo mientras un master sobre "gestión de activos financieros corporativos" tenga una gran demanda y es igualmente evidente que la persona competente para dictar este curso es alguien acostumbrado a retribuciones muy altas y que a su vez los alumnos interesados por el tema esperan que los conocimientos adquiridos en el curso les permitirán con el tiempo ganancias cuantiosas y están por tanto dispuestos a abonar cantidades importantes por inscribirse en el master.
Este último dato se pone así en relación con la critica mas frecuente que se hacia a la Universidad tradicional, que era una institución elitista cerrada a las clases trabajadoras. A comienzos del siglo XX y hasta bien avanzado el siglo cuando los hijos cumplían 12 años las familias debían decidir si sus hijos cursarían el bachillerato o empezarían a trabajar para contribuir a la economía familiar. En la Unión Soviética, donde absolutamente todo el sistema educativo estaba controlado por el Estado, este condicionamiento no existía, cualquiera podía llegar a la Universidad con tal de que superase los sucesivos controles selectivos pero a la vez si los planificadores habían decidido que la sociedad soviética necesitaba un diez por ciento de profesionales universitarios la Universidad aceptaba este número y ni uno más. En los países capitalistas el derecho al acceso a la Universidad se entendía más bien como el derecho de todos los que lo deseasen. Con el paso de los años la situación entre nosotros efectivamente ha cambiado, Ahora la enseñanza obligatoria llega hasta los 16 años y el número de los estudiantes universitarios ha experimentado un crecimiento extraordinario. En mi juventud en Catalunya existía una sola Universidad que tenia poco mas de 3.ooo alumnos, en la actualidad la Universidad de Barcelona cuenta con mas de 60.000 alumnos y existen otras seis Universidades aunque sean mucho mas pequeñas a los que hay que añadir un elevado numero de estudiantes no presenciales. Aunque es cierto que este crecimiento en buena parte es ficticio, en 1930 la Universidad de Barcelona solo contaba 3.000 alumnos pero no se contaban como universitarios ni los estudiantes de ingeniería, ni los de arquitectura, ni los de comercio, ni los de magisterio, ni los de enfermería…Pero incluso teniéndolo en cuenta es cierto que actualmente es mas fácil entrar en la Universidad y hay mas universitarios. Pero en cambio antes el importe de las matriculas era mínimo y similar cualquiera que fuese el tipo de enseñanza, hoy ocurre lo contrario y hay una clara y creciente jerarquización de los costes de las distintas preparaciones universitarias. Con lo que la distinción entre Universidades públicas y privadas tiende a difuminarse
Como es sabido el acercamiento entre los dos sistemas, o la mezcla de los dos sistemas, se produjo en primer lugar en Estados Unidos donde muchas Universidades han sido resultado de un mecenazgo sistemáticamente ejercido y es evidente la fascinaciones que las Universidades estadounidenses mas famosas ejercen sobre los universitarios europeos y aun de todo el mundo. Aunque convendría no olvidar que estas Universidades están situadas en la mayor potencia económica del mundo y que es probable que si mañana el centro de la economía mundial se traslada a China las Universidades mas prestigiosas del mundo estarán en China.
Repito que diciendo esto no pretendo rechazar la evolución de la institución universitaria que se está produciendo y que responde a las características y a las necesidades de nuestro tiempo pero quiero recordar que como todas las cosas humanas tiene ventajas e inconvenientes que hay que esforzarse en corregir. Y en el caso de España a los que ya he citado hay que añadir otros dos, el primero que la aportación pública al sistema universitario, y en general al sistema educativo, es menor que en la mayoría de países europeos y el segundo que la movilidad interuniversitaria del profesorado es minima y la endogamia tiende a convertirse en la regla. O sea exactamente al revés que en las Universidades que pretendemos admirar.
Por supuesto no es éste el lugar para discutir estos temas, este comentario pretende solo contestar a la pregunta por la violencia de la protesta universitaria en ciertos sectores contra Bolonia. Como he intentado dejar claro las protestas tienen poco que ver con lo que efectivamente se ha aprobado en Bolonia y con lo todavía está pendiente de aprobación pues es evidente que, en la medida en que la Unión Europea siga existiendo, -y si desaparece apaga y vámonos-, deberá esforzarse por crear un espacio universitario común. Contra lo que protestan algunos jóvenes, y algunos no tan jóvenes, es contra una Universidad que no les gusta. Contra una Universidad en la que la investigación parece el objetivo principal por encima de la enseñanza, una Universidad en la que las consideraciones económicas están siempre presentes condicionando todas las actividades y una Universidad con una estructura cada vez mas compleja y por tanto cada vez mas burocratizada.
Sin olvidar que en la raíz de la protesta hay todavía otra razón. Los que nacimos alrededor de 1920, cinco antes o cinco después, somos la generación que vivió la guerra y la postguerra preñada de dificultades pero vimos mejorar la situación a medida que pasaban los años, la generación siguiente, nacidos alrededor del año 1950, cinco años arriba o cinco años abajo, vivieron su adolescencia en un periodo de plena expansión económica y social. En cambio a la generación de los jóvenes actuales, nacidos entre 1970 y 1990, la crisis les ha dado de bruces en plena juventud y los que hoy son adolescentes y se preparan para entrar en la Universidad tienen la clara impresión de que encontraran mas dificultades que sus padres para abrirse camino. Y esta impresión, que no tiene nada que ver con Bolonia pero que está perfectamente fundada, está también en la raíz de su inquietud

1 comentario:

jpferrer dijo...

Excel.lent article. Clarifica perfectament la problematica de l' universitat espanyola.
Gracies professor Siguan.